3 de abril de 2024

Nuevo libro: La Campaña de Teruel (diciembre 1937-febrero1938). La historia completa.




Amazon.es


(c) Francisco Javier Aguirre Azaña, abril 2024




La Campaña de Teruel. La historia completa: Exhaustiva y detallada investigación sobre este episodio de la guerra civil española. El autor, con una meticulosa aproximación histórica, logra reconstruir los acontecimientos ocurridos entre diciembre de 1937 y febrero de 1938, proporcionando un análisis profundo de las estrategias militares, las operaciones en el campo de batalla, y el impacto humano y social de la campaña. Destaca por su habilidad para presentar un relato equilibrado y riguroso, evitando sesgos ideológicos, lo que enriquece significativamente la comprensión del lector sobre la complejidad de la Guerra Civil.


Este libro formaba parte de la propuesta del Instituto de Historia y Cultura Militar del Ejército de Tierra -que lo valoró muy positivamente- para ser publicado dentro del Programa Editorial de Defensa 2024. Fue censurado por el Jefe de Estado Mayor del Ejército (JEME) con fecha 13 de noviembre de 2023. Finalmente ve la luz en Amazon. 

20 de noviembre de 2023

El peregrino.

Cuando comencé a andar el Camino Primitivo de Santiago era una persona normal. Lo que sucedió después, cambió mi vida.

Me gusta comenzar a caminar antes de que salga el sol, ver como la luz desplaza a las sombras y sentir los primeros rayos de sol, tibios, en la espalda.

Cebreiro 
Monumento a la peregrina

Un día, encontré a una mujer, delgada, morena con el pelo corto, sentada sobre un tronco caído, muy quieta, silenciosa, mirando fijamente al punto por el que la primera claridad anunciaba la salida del sol. Cuando la miré, sentí en mi interior una voz que decía: «Te estaba esperando». Azorado, apreté el paso. Después de pensar unos instantes sentí la necesidad de acercarme a ella y preguntarle: ¿Quién eres?, así es que di media vuelta con esa intención. Pero había desaparecido. Sobre el tronco que había ocupado no había nadie. Los avatares del día hicieron que me olvidara del incidente. Me dije que había sido una alucinación, tal vez producto de una mala noche en la que no había descansado lo suficiente.

Al día siguiente se repitió la escena. Al verla, en esta ocasión de pie, entre las brumas matinales, hierática, esperando la salida del sol; sentí en mi cabeza una voz aún más fuerte: «Te estaba esperando». Me quede paralizado en el lugar. Aterrorizado, observé cómo su figura se desvanecía con los últimos jirones de oscuridad que la primera luz desplazaba. Grité: ¿Quién eres?; ¿Qué eres? Silencio.

Mientras caminaba no dejaba de pensar en ella. Intentaba buscar un sentido a lo que había sucedido, ¿era una diosa caprichosa que disfrutaba atemorizándome?, ¿era sencillamente la muerte que anunciaba su llegada? o ¿un presagio del destino?, ¿un heraldo que me revelaría el sentido de la vida, o alguna verdad oculta?

El tercer día, cuando la vi, mis temores se disiparon; el desasosiego que sentía ‒una mano de hierro que retorcía mis entrañas, produciendo un dolor sordo‒ se evaporó.

Ella estaba quieta, mirando el horizonte, hacia oriente. Su vestimenta era una especie de vestido largo, manto o capa, de bordes indefinidos; de color grisáceo, también indefinido. Su cara, más bien pálida, no tenía edad. No era bella, pero su figura irradiaba un magnetismo atrayente, que hacía desear estar a su lado. Pero era inaprensible, como agua entre los dedos. No habló, pero entendí su mensaje: «Tu sabes quién soy: el Destino, la Muerte, Todo, Nada». Desapareció con el primer rayo de sol.

El día posterior se repitió la visión. Yo ya no tenía miedo, era inútil tenerlo ante la certeza de lo inevitable. Su mensaje fue: «Cuando termines el Camino, vendrás conmigo».

Desde entonces, recorro el Camino de Santiago, siempre buscando el recorrido más largo, la ruta más extensa. Al llegar a Santiago de Compostela, abrazo el busto del Santo y vuelvo a comenzar un nuevo camino: el Francés, el Portugués, el del Norte, el Inglés, el de San Salvador... En invierno pido cobijo en los albergues, como de lo que me dan. En verano, bebo agua de las fuentes y pernocto en los atrios de las iglesias. Y, cada día, me encuentro con ella; me mira y yo sé que me está diciendo: «Te espero». Yo continúo caminando indiferente.


O Cádavo Baleira. 3 de octubre de 2023.


Elecciones generales 2023. Cifras y hechos.

Algunas cifras que ayudan a entender la situación política tras las elecciones generales del 23 de julio de 2023.


Hechos:

Diferencia en votos a favor del bloque de la derecha: 403.311.

Aunque no hay diferencias sustanciales entre los resultados obtenidos al considerar una circunscripción única o con circunscripciones electorales provinciales y método de D’Hont, en el primer caso el bloque de la izquierda obtendría 5,8 (6) escaños más, lo que le permitiría prescindir del apoyo de algún partido del bloque separatista/nacionalista.  

El bloque separatista y nacionalista, supone un 7,3% del total, atendiendo al número de votantes. Se reduce al 6,7% considerando también votos en blanco y nulos, y desagregando CC del grupo de no-constitucionalistas.

La agenda política de una minoría (6,7%) se impone a la mayoría, gracias al apoyo de esa minoría al bloque de izquierda, compuesto por los partidos que han obtenido el segundo y cuarto lugar en número de votos.

Esa agenda política no estaba en el programa electoral del partido que lidera el bloque de izquierda (PSOE). Sus electores desconocían, y por tanto, no votaron dicha agenda.

 

Zaragoza, 20 noviembre 2023.

Francisco Javier Aguirre Azaña.


6 de octubre de 2023

Diario del Camino Primitivo de Santiago. De Oviedo a Lugo.


Diario del Camino Primitivo de Santiago. De Oviedo a Lugo.

Caminar y contarlo.


Francisco Javier Aguirre Azaña


25 de Septiembre de 2023. (Oviedo).

Hago el viaje a Oviedo, punto de partida del Camino Primitivo, en tren. A pesar de ser día laborable y haber acabado cumplidamente el periodo estival, encuentro los trenes llenos de pasajeros. En el de Madrid, se oye hablar más inglés que español; grupos de turistas se mueven por estaciones y trenes como rebaños con los que hay que tener cuidado para que no te engullan y te obliguen a tomar un camino que no deseas. En el que atraviesa Castilla, camino de Gijón, el paisanaje es nacional. Va abandonando el tren conforme nos alejamos de Madrid, lo que a mí ‒más proclive a la soledad que al trato gregario‒ me produce una sensación de bienestar; también físico, puesto que me permite estirar las piernas. Renfe me había vuelto a asignar uno de esos malditos asientos enfrentados en los que te ves obligado a pelear unos pocos centímetros de espacio para los pies, en una contienda encubierta con tu hasta entonces desconocido compañero de viaje, convertido en un sordo adversario.

Tras largo tiempo alejado del Camino y de la escritura narrativa, vuelvo a retomar mi vieja fórmula: caminar y escribir. Creo que si dejara pasar algo más de tiempo sin hacerlo, ya no volvería. ¿Cuándo el declive fisiológico se adueña de la voluntad de emprender nuevos retos? No lo sé, pero soy consciente de que el tiempo pasa inexorable, indiferente a nuestro deseo de agarrarlo para que no escape, como arena entre las manos.

Cada vez que inicio una etapa del Camino me pregunto si seré capaz de culminarla, si mis pies resistirán ‒sé por experiencia que son mi parte más débil‒. Ahora, también, me pregunto si podré ir haciendo el relato diario de mi viaje. Últimamente me siento como un escritor vacío, sin nada interesante que contar, sin ánimo para sentarme delante del teclado. Un auténtico drama para un escritor ¡y para sus lectores! Aunque, me digo, algo realmente intrascendente para mí, ya que los míos seguramente se podrían contar con cifras de dos dígitos.

En el control de la estación de Chamartín un incidente estuvo a punto de enturbiar el ánimo con el que inicio esta andadura. En el escáner, un guardia de seguridad se me aproxima para decirme que coja la mochila y le acompañe hasta el ignominioso espacio reservado a la inspección de equipajes. «La navaja» pienso. Efectivamente, me pide que saque la navaja, lo cual hago educadamente para no herir la susceptibilidad del preclaro representante de la autoridad. Él la examina y la abre para después contrastar su longitud con la fotocopia clavada en la pared, a todas luces de menor dimensión. Realiza la comprobación varías veces, ostensiblemente, como para demostrarme que es más grande. Le hago notar que realmente el filo, que no ocupa toda la extensión de la hoja, es del mismo tamaño que el patrón de medida. Me explica que la navaja introducida en un cuerpo humano podría entrar hasta el final de la hoja. Yo apreciando que el guardia es joven, tal vez con una sensibilidad todavía en conformación, aún pendiente de decantarse hacia la intransigencia o hacia benevolencia, le aseguro que no está entre mis intenciones acuchillar a nadie ‒aun no sabía que tendría que pelear por el espacio personal con otro viajero de abultadas dimensiones‒, que voy a hacer el Camino de Santiago y necesito la navaja para cortar el pan y usos similares. Viéndole titubear, añado «y para pelar la fruta», aunque yo no soy muy frutero, pero pienso que ese tipo de argumentos puede ser muy apreciado por una persona joven, seguramente deportista y amante de la comida sana. Finalmente, me devuelve la navaja, algo que le agradezco sinceramente, la cojo y salgo pitando.

Catedral de Oviedo

Al llegar a Oviedo, después de pasar por el hotel, me dirijo a la catedral para sellar la credencial de peregrino, pero ya está cerrada y me limito a fotografiarla con su iluminación nocturna.

La Gran Taberna

Ceno en La Gran Taberna, a pocos metros de la catedral, en su bonito patio interior, empedrado y, según reza un cartel, de «estilo italiano». Como siempre que llego a Asturias, pido un cachopo, a pesar de no haber hecho durante el día un esfuerzo físico que justifique tan abundante ingesta.


Aprovecho la espera para leer que El Camino Primitivo es la primera ruta de peregrinación, la más antigua. Enlaza Oviedo con Santiago de Compostela y discurre en parte por trazados de calzadas romanas. El primer rey peregrino fue precisamente el monarca astur-galaico Alfonso II el Casto, quien, en el primer tercio del siglo IX, quiso viajar a Santiago para confirmar que los restos que acababan de aparecer en Compostela eran realmente los del apóstol. La devoción del rey por la causa jacobea fue decisiva para cimentar el nuevo culto. Alfonso II mandaría construir, en la naciente urbe, la primera iglesia.

El Camino Primitivo fue un itinerario muy frecuentado durante el siglo IX y buena parte del X. Y por él caminó ‒en dos ocasiones‒ el sucesor de Alfonso II: Alfonso III el Magno, artífice de la consagración en Santiago de la segunda basílica en el año 899. Luego, al convertirse León en la nueva capital del reino, los monarcas potenciaron (siglos XI-XII) el Camino Francés como ruta privilegiada.


Oviedo, 25 de septiembre de 2023.



26 de Septiembre de 2023. (Oviedo - Grado).

Primera etapa del Camino Primitivo, un poco más larga (26,7 kilómetros) de lo previsto inicialmente, tal vez por los desvíos sobre el camino marcado. Tanto la salida de Oviedo como la llegada a Grado se complican algo más de lo que es habitual en poblaciones grandes. No es hasta la salida de Oviedo, por el barrio de la Florida, que uno encuentra de forma continuada las apreciadas señales del Camino. Una señora que hacía el paseo matinal a su perro, a la vista de mi estampa de peregrino despistado, me indicó la mejor forma de encontrar esa primera señal. También es fácil perder las señales en la entrada de Grado, que se realiza por un polígono industrial que es necesario rodear para salir a la carretera. Aquí, aunque uno se salga del Camino, no hay problema, pues se ve perfectamente cuál es el destino final. Grado es un pueblo grande, extendido a lo largo de la carretera nacional, y si, como en mi caso, hay que atravesarlo completamente para llegar al alojamiento, cuesta media hora o más alcanzarlo desde que se divisa el núcleo urbano.

Entre sus extremos, tal como había supuesto, el camino es ondulado,con frecuentes subidas y bajadas, que no es que lo hagan muy demandante, pero hacen que mi velocidad de marcha descienda a menos de cinco kilómetros por hora. El paisaje es excepcional ‒Asturias rural‒, discurre entre montes, vacas que hacen tintinear las campanas que llevan al cuello y caballos, y algún que otro peregrino. No muchos, me cruzo con unos quince caminantes y seis ciclistas; menos de lo habitual en el Camino Francés. El día está mayormente despejado, y el calor de sol llega a hacerse molesto a partir de media mañana, en aquellos tramos en que los árboles no protegen al caminante.

Entre esos árboles destacan los castaños, que arrojan su fruto erizado de espinas a los pies del peregrino. Aprendo que son castañas valdunas ‒a pesar de llevar el nombre de esa población, se dan en todo el Concejo de Las Regueras‒, una auténtica joya gastronómica desconocida.

Termas Romanas de Valduna
Y es en Valduna donde el peregrino se puede desviar unos trescientos metros del Camino, si no va muy justo en fuerzas, para ver los restos de unas termas romanas que se encuentran junto a la Iglesia de Santa Eulalia.

Otro tramo que se hace muy agradable es en el que el Camino discurre en paralelo con el río Nalón, entre Puerma y el puente de Peñaflor. Aprovecho para hacer un descanso mientras miro correr las aguas, espectáculo que al igual que las llamas de una hoguera, producen un hipnótico efecto relajante en el embobado espectador.


Grado, 26 de septiembre de 2023.



27 de Septiembre de 2023. (Grado - Salas).

Comienzo a caminar a las ocho, un cuarto de hora antes de la salida del sol, entre las brumas y el frescor de la amanecida; aunque la temperatura es agradable e irá subiendo para alcanzar los 27 grados, como ayer. La salida de Grado se hace ya en subida. Hay que superar un desnivel de 180 metros en los 4,5 kilómetros que llevan al Santuario de la Virgen del Fresno, en la cima de la sierra que separa el Concejo de Grado del de Salas. Hacia delante, la vista del valle por el que discurre el Camino es espectacular, aunque su belleza está surcada por una cicatriz, como lo es la autovía que también sigue el valle y en ocasiones se eleva sobre altísimas columnas de hormigón.

En este trecho me he encontrado hasta dieciséis peregrinos, que han salido de Grado por delante mío, caminando en grupos de dos o tres. He ido adelantando a todos, excepto al último, que se encontraba descansando en la cima cuando he llegado a su altura. A partir de ahí, encuentro tan sólo tres solitarios peregrinos más.

En Cornellana, tras más de dos horas de andar, hago un alto a la entrada del pueblo, junto al río Narcea, y después en el propio pueblo, para tomar un dulce en una de las numerosas pastelerías que hay en todos estos pueblos y un café en un bar, donde hay multitud de fotografías dedicadas al «campanu»: el primer salmón pescado en los ríos asturianos cuando se abre la veda y que se vende a precio exorbitado. Su nombre viene de que las campanas de las iglesias se tocaban para anunciar su captura. Muchos años el «campanu» se pesca en el Narcea.

En Cornellana, único población de la etapa que ofrece bares y comercios, se agolpan los peregrinos que van llegando; a partir de aquí, nos iremos pasando y sobrepasando unos a otros. También en Cornellana se encuentra el grandioso monasterio de San Salvador, fundado en el siglo XI y actualmente abandonado de la mano de Dios. El Camino pasa junto a los tres corpulentos ábsides románicos de su capilla. Unos obreros levantan andamios en su fachada. Esperamos que sea señal del comienzo de su necesaria rehabilitación.

Después de Cornellana toca, de nuevo, ascender hacia Sobrerriba ‒el nombre hace honor a su emplazamiento‒ y Santa Eulalia, para volver a bajar y subir, aunque en esta ocasión con una pendiente suave y prolongada.

El Camino discurre, en muchos tramos, entre bosque. Pero la autovía está cercana, y aunque no se pueda ver, el sonido del tráfico sí que llega a oídos del caminante. Abundan los robles y castaños, y en algunos puntos los manzanos. No quiero pasar por entendido, puesto que no lo soy, pero las castañas, manzanas y bellotas se pueden ver en el suelo. E incluso sentir en la cabeza, cuando alguna racha de viento propicia el bombardeo bellotil del caminante. Por lo demás, el tiempo seco de estos días alivia las penalidades de los peregrinos, que de otra manera tendrían que vérselas con el barro y las piedras resbaladizas por el agua, que son habituales en estos parajes.

Llego a Salas después de recorrer poco más de veintidós kilómetros en cinco horas de andada. Al igual que ayer, un terreno movido, con continuas subidas y bajadas ralentiza la velocidad de marcha. En contraprestación, el paisaje gratifica ampliamente el esfuerzo del caminante.

Palacio Valdés-Salas
Me alojo en el Palacio Valdés Salas, edificio de cantería del siglo XVI, organizado alrededor de un espléndido patio porticado con balaustradas de madera que acoge al restaurante del hotel, donde como un menú del día. El edificio alberga, además del hotel, la oficina de información y la casa de cultura, y exteriormente está unido por un arco a una torre-fortaleza medieval de planta cuadrada. En cuanto a gastronomía, Salas es la sede de la pastelería del Profesor, que primero elaboró los Carajitos del Profesor, típico dulce asturiano elaborado con avellana, huevo y azúcar. Yo ya había adquirido para llevar a casa una caja de carajitos en Cornellana, aunque los de allí llevan miel en lugar de azúcar.


Salas, 27 de septiembre de 2023.



28 de Septiembre de 2023. (Salas - Tineo).

Hoy toca una etapa corta, menos de 21 kilómetros. Aprovecho para levantarme un poco más tarde. La señora del hotel me había advertido que tenía que ir a hacerse análisis, por lo que daría el desayuno tarde. Así pues, tengo que desayunar en un bar cercano, donde ya se encuentran varios clientes, a todas luces, habituales. Después de mí, aún entra una pareja de peregrinos más, que queda haciendo su colación cuando yo emprendo el camino. Son las ocho y media y el sol manda sus primeros rayos, brillantes, sobre caminantes y resto de mortales.

Cascada de Nonaya

La salida de Salas vuelve a hacerse en ascenso, por una pendiente que no cesa hasta Portiles, a seis kilómetros. Son cuatrocientos metros de desnivel. Se hacen bien, después del reparador descanso nocturno, aunque algunos repechos al final del tramo son muy empinados. La vereda discurre paralela al río Nonaya, que baja hacia Salas. Se puede oír su sonido, aunque no verlo, debido a la frondosa vegetación que envuelve río y camino. Entre los puentes de Borra y Carcabón se encuentra el desvío que lleva a la cascada de Nonaya; son 250 metros que merece la pena recorrer si se quiere ver, y fotografiar, un bonito paraje natural.

A partir de Porciles se alternan subidas y bajadas, aunque ya más suaves. Un poco más adelante, en Bodenaya, a pie de camino, se encuentra la Iglesia de Santa María y un crucero. Es la primera iglesia que encuentro abierta ‒tanto en el Camino como en las ciudades y pueblos recorridos hasta ahora‒, en ella se puede sellar la credencial de peregrino, encender una vela y adquirir pequeñas mercaderías religiosas. Hay que depositar las monedas en un cestillo que está al alcance de todo el mundo. Yo dejo unas pocas monedas que llevo sueltas en el bolsillo, como gratificación a esta iniciativa, que representa el verdadero espíritu jacobeo, y que estaba echando en falta en el resto de lugares religiosos.

En La Espina, casi a mitad de jornada, paró a tomar un café. Ni el café, ni el pueblo que parece vivir a espaldas del Camino y sus peregrinos tienen sabor. Prosigo. El Camino se eleva a media ladera; a la izquierda, más abajo, en paralelo, la carretera que conduce a Tineo aparece bordeada de casas. Las vistas de la planicie y el horizonte son inigualables. Un poco más allá, se pasa por la pequeñísima ermita del Cristo de los Afligidos y, después, el molino de Bedures, con su cartel explicativo. En El Pedregal, Camino y carretera comparten trazado; sobre la carretera, la iglesia, también abierta, permite al peregrino volver a sellar la credencial y descansar bajo su sereno pórtico de piedra. Allí, más allá de la religiosidad de cada uno, el peregrino se siente amparado y reconfortado, y así ha sido por siglos. Con nuevo vigor, más mental que físico, acometo los últimos kilómetros del día. Hoy, la orografía del camino, la vegetación y la meteorología son similares a los dos días anteriores. Continúa el «veranillo de San Miguel», con tiempo seco y soleado, y temperaturas altas.

La entrada en Tineo se hace por el Campo de San Roque, que cuenta con una ermita dedicada al santo y una gran pradera, verde y arbolada, donde encuentro grupos de peregrinos, sentados en los bancos allí dispuestos, descansando antes de emprender la búsqueda de sus respectivos albergues. Yo, que había sido uno de los últimos en comenzar a andar, he rebasado a trece peregrinos durante la mañana ‒tan sólo se ha mantenido por delante una chica joven, que caminaba a buen paso‒ y entro en Tineo antes de las dos. Han sido cuatro horas y media a un ritmo promedio de 4,6 kilómetros por hora ‒igual que ayer‒. Una jornada suave que me permitirá afrontar la próxima ‒una de las más duras‒ en buenas condiciones físicas (pies y piernas).

Tineo
La pensión La Posada es nueva, sencilla y limpia. La señora me aconseja un restaurante cercano, también llamado Tineo, para comer. La comida es casera, buena, abundante y económica: menestra de verduras, ternera asada y tarta de queso. En el cuenco de la menestra hay raciones para cuatro, me sirvo una ración generosa y repito. Después de la copiosa comida, un poco de reposo y más tarde, como es habitual, lavar calcetines y ropa interior, preparar la etapa siguiente y escribir el diario de viaje.


Tineo, 28 de septiembre de 2023.



29 de Septiembre de 2023. (Tineo - Pola de Allande).

Tineo
Comienzo a caminar a las ocho, cuando empiezan a difuminarse las sombras nocturnas. Hoy la etapa es larga, más de 28 kilómetros, con sus correspondientes subidas ‒principalmente al principio y final de etapa‒ y bajadas. La primera cuesta, que comienza en el pueblo, sitúa al peregrino a media ladera y desde allí puede ver la sucesión de valles ‒cubiertos por las brumas matinales‒ y montes que se extiende hacia el horizonte.

Antes de llegar a la bifurcación del Monasterio de Santa María la Real de Obona, que se encuentra a unos ocho kilómetros, sobrepaso a once peregrinos que, al parecer, habían madrugado más que yo, y me sobrepasan tres que caminan a un ritmo muy fuerte.

En la bifurcación encuentro a otro peregrino, mejicano, que duda sobre el camino a seguir. Le digo que el monasterio está cerca ‒trescientos o cuatrocientos metros‒ y que merece la pena verlo, pues data del siglo XIII.

Monasterio de Obona

Nos dirigimos los dos hacia el cenobio y allí encontramos a una pareja ‒parte del trío que me había adelantado anteriormente‒. Él se presenta como los «aragoneses de Hijar», aunque viven en Barcelona. La mujer ha ido a por la llave del monasterio, que custodian en el pueblo, un poco más arriba. Entramos en la iglesia y admiramos su interior, bastante bien conservado y con algunas piezas ‒como un Cristo crucificado suspendido sobre el altar‒ que parecen valiosas, por antiguas. Después, el de Hijar vuelve al pueblo a devolver la llave, su mujer (o pareja, tal como él dice) y yo emprendemos la marcha a buen paso y el mejicano se va quedando retrasado. Finalmente, después de cinco kilómetros que hay que hacer en gran parte sobre el asfalto de la carretera, nos reunimos todos en Campiello, donde hacemos alto para tomar algo y descansar. A partir de ahí, proseguimos la marcha por separado. Yo digo a la pareja aragonesa que prosigan a su ritmo, más fuerte que el mío, pero que tampoco quiero disminuir para acompañar al mejicano. Por la tarde, en Pola de Allande, destino del día de los cuatro, nos volveremos a reunir para tomar unas cervezas.

Después de Campiello se encuentra Borres; en cualquiera de estos pueblos hay que hacer noche si se quiere proseguir al día siguiente por la «ruta de los hospitales», que discurre a más altura. Yo no pude reservar alojamiento cuando preparaba el viaje, así es que tuve poco que pensar a la hora de decidir la ruta a seguir.

Pasando el desvío de los hospitales, hay que subir los altos de Colinas, Porciles y Lavadoira, para después bajar hasta Pola de Allande, en la ribera del río Nisón. Uno de los repechos de subida es realmente fuerte y me cuesta una caída, afortunadamente sin consecuencias. Llego a Pola de Allande después de seis horas de caminar a un ritmo promedio de 4,8 kilómetros por hora. La última hora, bajo un sol inmisericorde, y con una temperatura de 25 grados, es la más dura de toda la jornada.

Por la tarde, recorro el pueblo en unos pocos minutos. Lo más destacable es el monumento al inmigrante, lo que indica que en esta zona la emigración debió de ser numerosa. También pude ver una hermosa villa a la entrada, construida por un indiano, señal de que a alguno de esos emigrantes les sonrió la fortuna.

Coincidimos los aragoneses, el mejicano y yo en un bar, y entre cervezas charlamos sobre nuestras experiencias en el Camino y planes para los próximos días. El aragonés de Hijar nos dice que él prefiere la subida al Puerto del Palo desde Pola de Allande ‒auténtico Camino Primitivo, según él‒ que la «ruta de los hospitales», a la que califica como invento para guiris. Dice que la subida es más fuerte, puesto que hay que bajar para después subir 650 metros de tirón y le gusta más. Otros dicen que es más duro hacer la ruta por los hospitales. Hasta que no haga las dos rutas no puedo tener opinión propia.

Para acabar la jornada, ceno en el restaurante del hotel, La Allandesa, con fama en la comarca. La cena es copiosa ‒sólo había comido un bocadillo‒, menú del peregrino (con precio especial enseñando la credencial): pote con compango: morcilla de carne y tocino, pastel de verduras, coliflor rellena con carne mechada de ternera y tarta de queso, todo casero y abundante.


Pola de Allande, 29 de septiembre de 2023.



30 de Septiembre de 2023. (Pola de Allande - La Mesa).

Tengo que recorrer tres bares para conseguir que me preparen una tostada de pan para desayunar. Cuando comienzo a caminar es un poco más tarde de lo que había previsto.

Puerto del Palo

El Puerto del Palo está a 1148 metros de altura. Es el punto más alto del Camino Primitivo. Desde Pola de Allande se sube siguiendo el valle del río Nisón. El Camino discurre sosegadamente junto al río, rodeado de bosque con diversidad de árboles, que desaparece al ganar altura. Son ocho kilómetros hasta culminar el puerto. En ese tramo sobrepaso a seis peregrinos, el último es Alejandro, el mejicano, con quién charlo un momento y continúo.

El primer tramo de bajada del puerto es complicado: empinado y con piedras sueltas. Camino con cuidado, mirando donde coloco los pies y clavando los bastones para evitar una caída. Durante la bajada y hasta Berducedo tan sólo me cruzo con cinco peregrinos más. Menos de los habituales otros días. Supongo que algunos han optado por la «ruta de los hospitales», o incluso por superar el puerto en taxi.

En el pequeño pueblo de Berducedo paro a descansar. Reinicio la marcha pasada la una y, al igual que ayer, el sol brilla en un cielo limpio de nubes. La temperatura ha subido a los 25 grados y, de nuevo, caminar en esas condiciones, sobre carretera, se hace fatigoso. No obstante, son poco más de cuatro kilómetros los que quedan hasta el albergue Miguelín en La Mesa, una pequeña población de pocas casas, aunque situada en un bonito paraje, entre montes y prados verdes.

Han sido 21,5 kilómetros en cinco horas, con una pendiente acumulada de unos 800 metros.

El albergue es moderno y está bien acondicionado. Hay que compartir dormitorio, servicios y duchas con la comunidad peregrina, algo que yo procuro evitar cuando es posible, pero en esta ocasión me tengo que adaptar. Aquí se reúnen peregrinos que han seguido las dos rutas: Hospitales y Pola de Allande, por lo que está lleno. Calculo que somos unos treinta los que partimos de Oviedo hace cinco días y marchamos al mismo ritmo.

Por la tarde llega Alejandro, con quien acabo compartiendo una botella de sidra en la terraza, mientras esperamos la hora de cenar e ir a la cama.


La Mesa, 30 de septiembre de 2023.



1 de Octubre de 2023. (La Mesa - Grandas de Salime).

Después de la noche de albergue, entre ronquidos de unos y toses de otras, me levanto antes que otros días. Aun así, soy de los últimos. Todos los que dormían a mi alrededor ya han desaparecido, lo cual es una ventaja, pues me permite lavarme y organizar la mochila tranquilamente. Ahora entiendo porque me encuentro por las mañanas tantos caminantes que inician su marcha mucho antes de que amanezca: si duermes en un albergue, estás deseando abandonar cuanto antes un lugar en el que careces de intimidad.

Hoy estoy dispuesto a tomarme la jornada con tranquilidad; son sólo 16 kilómetros. Un descanso dominical que me permitirá afrontar las últimas caminatas descansado. Aunque la amenaza ‒posteriormente confirmada‒ de que será el día más caluroso de todos, desaconseja que el mediodía te sorprenda con mucha distancia por recorrer.

La señora que lleva el albergue incluye en el desayuno un zumo de arándanos. Dice que es un producto típico de la zona y hay que promocionarlo. En realidad, el zumo es áspero y amargo, afortunadamente en vaso pequeño. Yo, estoicamente, me lo tomo; siempre me ha gustado probar las especialidades locales. Pero no creo que vuelva a repetir.

Con todo, a las ocho de la mañana ya estoy caminando. Cómo todos los días, hay que arrancar subiendo ‒empiezo a echar de menos los caminos de Tierra de Campos: kilómetros y kilómetros por una llamada sin fin‒. Son 150 metros de desnivel hasta coronar la Peña Coriscos, sembrada de molinos de viento. Después, todo es bajado hasta el embalse de Grandas de Salime. El camino es bueno, el paisaje espectacular y la temperatura ideal. Conforme se desciende, aumenta el tamaño del embalse; la línea alargada de agua que se aprecia desde arriba se va ensanchando hasta convertir al caminante en algo insignificante. 

La presa se encuentra a siete kilómetros de La Mesa. Antes de llegar a ella se puede entrar en la Boca de la Ballena, un mirador colgante que ofrece una vista espectacular del dique de 128 metros de altura, inaugurado en 1953. Una vez que lo cruzamos, el Camino sube suavemente y discurre por el asfalto de la carretera. 

Unos metros más adelante, paro en el Hotel Las Grandas para tomar un café y bizcocho casero. Su terraza con vistas al embalse invita a sentarse un rato y disfrutar de la naturaleza.
Finalmente, poco después de las doce, tras tres horas y media de andada, llego a mi destino del día. El último tramo se hace por una vereda muy empinada que da paso a una bucólica senda boscosa, aunque también se puede continuar por la carretera hasta llegar a Grandas de Salime.

Colegiata del Salvador

El hotel, moderno y funcional se encuentra frente a la Colegiata del Salvador. Desde el pequeño balcón de la habitación puedo ver su característico pórtico exterior jalonado por arcos de piedra.

Aprovecho lo que queda de mañana para visitar el Museo Etnográfico. Es algo que el visitante de este pueblo no se puede perder. Muestra utensilios, herramientas y máquinas (telar, torno, fragua...) del entorno rural de la zona. Se puede ver una casona con su cocina y dormitorios, un hórreo, una bodega, un molino en funcionamiento, un corral, un comercio de ultramarinos, una escuela, una panadería, una barbería, una sastrería... Ideado por «Pepe El Ferreiro» ha ido creciendo y expandiéndose para recoger el testimonio de la vida en el medio rural.

Como parece habitual en estos pueblos, hay un restaurante de referencia; en este caso se llama A Reigada y está a rebosar. Tras una corta espera me dan mesa y tomo otro copioso menú con productos de la gastronomía local: fabas con setas y calamar, salmón y requesón con miel.

Domingo tarde, tan sólo quedan abiertos dos bares. En el que se encuentra junto a la Colegiata preparan pulpo a la gallega. Pido al dueño que me ponga media ración y me siento en la terraza, junto a la iglesia. Las voces y conversaciones de los clientes del bar ‒quedan tres o cuatro‒ denotan que llevan toda la tarde bebiendo. Van desfilando y cuando entro a pagar, el único que queda ‒les hablaba a los otros de sus tiempos de legionario en el monte Gurugú‒ me saluda y quiere darme conversación. Mi experiencia es que las conversaciones con los borrachos son muy difíciles de llevar y tediosas, sobre todo si empiezan a contarte la mili. Intercambio algunas palabras con él y nos damos la mano. Me dirijo al dueño para pagarle y me doy cuenta de que, tal vez por solidaridad, no ha dejado a sus parroquianos beber solos. Con lengua medio de trapo me pregunta si me ha gustado el pulpo y cuando le digo qué estaba muy bueno, me dice que era marroquí, que en Galicia y Asturias ya no se encuentra pulpo autóctono, que no hay suficiente para lo que se consume: «A mí no me gusta engañar, es pulpo preparado a la gallega, ¡pero marroquí!». Le reitero que estaba bueno, pero que me llevo una desilusión al oír eso. Ante la disyuntiva de quedarme de conversación con la pareja ‒lo que exigiría beber una cantidad importante de vino y cerveza para ponerme a su nivel‒ o irme a dormir, elijo la segunda opción.


Grandas de Salime, 1 de octubre de 2023.



2 de Octubre de 2023. (Grandas de Salime - Fonsagrada).

Salime
Salgo de Grandas de Salime a las ocho de la mañana. Paso por la capilla del Carmen, del siglo XVIII, todavía en semioscuridad. El Camino asciende suavemente los primeros kilómetros. Al poco tiempo veo una mujer delgada, morena, con el pelo corto, sentada en un tronco, muy tiesa y quieta, mirando fijamente hacia el horizonte, hacia el punto por el que asomará el sol en pocos minutos. La imagen se me antoja un poco fantasmagórica, irreal. En mi cabeza comienza a dar vueltas una historia ‒realismo mágico‒ a partir de esa imagen. Y así van pasando los kilómetros, casi sin darme cuenta.

Después de 5 kilómetros se llega a Castro, donde se encuentra el castro de Chao Samartín, un asentamiento de la Edad de Bronce. Me aproximo a la entrada para comprobar que hoy, lunes, está cerrado. Así es que continúo mi camino. Poco después me cruzo con tres peregrinos, dos chicos y una chica. Uno de ellos está comiendo bellotas, la chica arrodillada en el suelo las está recogiendo. «Buen Camino» digo, y pienso: «buena digestión», sonriendo interiormente. Coincidí con el comedor de bellotas ayer, en el restaurante, mientras que farfullando unas pocas palabras de español ‒no creo que conociera más de una docena‒ pedía un menú vegano. El dueño del negocio, la sonrisa de medio lado, los ojos socarrones, le dijo que le podía preparar una ensalada y ponerle mucho atún; «No, no, atún no» contestó él. Menos mal que, al menos, pidió una cerveza; lo que sería su única fuente de energía para afrontar el Camino. No me extrañó verle comer las bellotas que habían caído al suelo. Con suerte podría encontrar también alguna castaña o manzana medio podrida, aunque castaños y manzanos son mucho menos frecuentes que lo que habían sido los días anteriores.

A partir de Gestoselo se hace más fuerte la subida al Puerto del Acebo. Yo la hago, en gran parte, por el arcén de la carretera. Pierdo las señales del Camino cuando tomo una senda que discurre al otro lado de la defensa de la carretera; pero el paso se acaba y me veo obligado a saltar la defensa y proseguir por el propio arcén. Un kilómetro antes de coronar el puerto, en un falso llano, me encuentro con tres peregrinos que me explican por dónde viene el camino, paralelo a la carretera y por el lado contrario al que he subido yo. Aún quedan los últimos cientos de metros de ascensión; el Camino cruza un parque eólico justo en la divisoria entre subida y bajada. Los aerogeneradores, además de afear el paisaje, producen un ruido bastante desagradable. Parece que a nadie importa la contaminación visual y acústica que producen estos monstruos, a los que Don Quijote no hubiera dudado en combatir. Los demás nos conformamos con ser Sancho.

Es un alivio llegar a la cima del Acebo; la subida, sin ser la del Puerto del Palo, es fatigosa. Yo, que mantengo mi costumbre de contar los peregrinos con los que me cruzo antes de parar y que me sobrepasen, he contado hasta diez a los que he adelantado en la ascensión.

Raya Asturias-Galicia
Antes de empezar a bajar se encuentra la raya entre Asturias y Galicia, que supone también la mitad de la etapa y la mitad del Camino Primitivo. A falta de alguna señal de las autoridades locales, autonómicas o estatales, o de alguna institución pública o privada, alguien ha marcado el lugar con una línea de piedras y una A por Asturias y otra G por Galicia.

En la bajada me encuentro con Alejandro, el peregrino mejicano. Continuamos caminando juntos, buscando un sitio donde parar y descansar. Ese lugar es el Mesón Catro Ventos, en Barbeitos; un lugar agradable en el que van parando todos los peregrinos, pues no hay más opciones. Yo me refresco con una coca cola y me quito las botas un rato. Proseguimos, en animada charla, por un camino ancho, bien cuidado, sobre un terreno ondulado, pero sin que haya que afrontar grandes desniveles. El calor del sol es atemperado por un vientecillo brioso, produciendo una sensación agradable. La señalización, ahora de la Junta de Galicia, es más clara que la asturiana, en la que algunos mojones estaban semiocultos y las flechas medio borradas o totalmente desaparecidas en algunos sitios.

En Parodanova el Camino se bifurca para volver a juntarse más de diez kilómetros más adelante. El camino de la izquierda es el que pasa por Fonsagrada, nuestro destino; el de la derecha va por Pobra de Burón. Echamos en falta un cartel que lo explique. La guía que yo había consultado tampoco lo explicaba claramente. Salomónicamente decidimos ir por el medio: la carretera, que después de dos kilómetros que requieren un esfuerzo final, nos deposita en nuestro destino del día. Han sido poco más de 26 kilómetros a un ritmo de 4,9 kilómetros por hora.

Alejandro y yo nos dirigimos al hotel, que compartimos. Allí nos dicen que el único sitio para comer en lunes es la Pulpería Caldeira, cerca de la iglesia. Después de dejar las mochilas y cambiar las botas de andar por otro calzado más abierto, nos dirigimos allí. Al lugar han llegado antes peregrinos que habían salido de Castro ‒más cercano‒, otros van llegando después. Unos continuarán y otros paran en Fonsagrada, pero todos vamos coincidiendo en los pocos establecimientos de comida que hay. Tenemos que esperar casi una hora a que se quede una mesa libre. Lo hacemos tomando una cerveza y charlando con unos y otros. La espera vale la pena: nos sirven unos sustanciosos garbanzos con callos y una excelente merluza gallega, de la que no se encuentra fuera de estas tierras. Una tarta de queso casera cierra el menú cuando son casi las cinco de la tarde. Regresamos a reposar al hotel, con el firme propósito de no cenar.


Fonsagrada, 2 de octubre de 2023.



3 de Octubre de 2023. (Fonsagrada - O Cádavo Baleira).

A Fonsagrada
El día amanece fresco y lluvioso. Hoy la temperatura no superará los 16 grados ‒diez menos que ayer‒ y durante la primera parte de la mañana tendré que caminar bajo una lluvia suave, que a veces se confunde con la niebla que se pega al terreno. No obstante, la andada es muy agradable. Utilizo un gorro de lluvia, pero no es necesaria la capa. Algunos peregrinos van con paraguas. El terreno es más abierto que el asturiano, y aunque sigue siendo ondulado, con subidas y bajadas, las pendientes son menos pronunciadas.

Nada remarcable sucede sobre el Camino. El grupo de peregrinos que coincidimos haciendo las mismas etapas cada día, nos vamos cruzando unos con otros, paramos y comemos en los mismos sitios, nos vemos por las tardes, pernoctamos en las mismas pensiones y albergues. Y así ha ido surgiendo un trato familiar: nos saludamos como viejos conocidos, nos preguntamos unos a otros como ha ido el día y nos interesamos por los problemas físicos que cada uno experimenta: los pies, una uña, la espalda, las rodillas...

La etapa de hoy son 24,5 kilómetros, que yo cubro en cinco horas de caminar. Hago el primer alto en un bar de Paradavella, a unos diez kilómetros del inicio. Lo más destacable es la subida de la Cuesta del Sapo hasta Lastra, larga y empinada, aunque el firme del camino está perfecto. El encargado del hotel en Fonsagrada me había dado la fórmula para evitarla: subir por la carretera en lugar del Camino. El Camino cruza la carretera de Lastra y baja para luego subir, haciendo la subida más larga. Yo me encuentro en buenas condiciones y decido hacer el Camino. Algún peregrino acorta por la carretera. Vencida la Cuesta, paro en el bar de Lastra a tomar una coca cola y descansar un rato. Después, de un tirón hasta O Cádavo.

Campo da Matanza
Antes de llegar al pueblo se pasa por el Campo da Matanza, donde se dice que allá por el año 813 tuvo lugar una gran batalla en la que Alfonso II venció a un ejército musulmán. Según la leyenda, la sangre corrió ladera abajo hasta llegar a la iglesia de Esperela. Pero estas afirmaciones no están contrastadas, ni siquiera está claro que el rey asturiano combatiera contra sus adversarios mahometanos en estos parajes. Lo que sí es cierto es que en algunas excavaciones arqueológicas, aquí se han descubierto armaduras, espadas y otras armas.

El albergue San Mateo no es nada especial, ofrece al peregrino lo que este necesita para lavarse ‒él y su ropa‒ y descansar. Por la tarde me reúno con Alejandro, el mejicano; tomamos unas cervezas y cenamos. Me invita a cenar el día siguiente en Lugo, ya que será mi último día de Camino. También entablamos conversación con José Miguel Hernández, asturiano, casi setenta años, autor de la página web «Guía Visual del Camino Primitivo». Gran conocedor del Camino Primitivo, investigador y promotor de su conocimiento. Nos embelesa con su sapiencia.


O Cádavo Baleira, 3 de octubre de 2023.



4 de Octubre de 2023. (O Cádavo Baleira - Lugo).

La última etapa es la más larga de todas, 31 kilómetros; aunque también la más llana. No hay grandes desniveles y se puede cubrir a una velocidad mayor que los días anteriores. Yo lo hago a un promedio de 5,3 kilómetros por hora.

En el albergue no hay desayuno, así es que tengo que ir a un bar cercano. Comienzo a caminar un poco antes de las ocho, entre niebla húmeda y oscuridad. La salida de O Cádavo se hace en subida, pero no es muy larga. La claridad del amanecer va desplazando la oscuridad de la noche; enseguida se puede sentir el calor de los primeros rayos de sol, que parecen hacer batir en retirada a la niebla. Pero acabará imponiéndose la niebla, que me acompaña durante las primeras horas de la mañana, velando el horizonte.

Al poco de comenzar a andar, el Camino se bifurca. Por la derecha sale un camino complementario que pasa por dos iglesias que el principal obvia. Es el que sigo. Encuentro primero la capilla de la Virgen del Carmen, un gran edificio rectangular y sólido, sobre la puerta ‒que está cerrada‒ tres escudos de piedra. Está rodeada de una gran pradera verde con fuente, bancos y mesas, que invitan a pararse; pero yo continúo, puesto que la etapa es larga.

Iglesia Santa María, Vilabade

En Vilabade, la iglesia de Santa María está abierta y se puede sellar la credencial de peregrino. A pesar de la hora temprana, una señora atiende a los peregrinos. Habla con una pareja que ha llegado antes que yo y después me explica que la iglesia es gótica, del siglo XV, y que formaba parte de un monasterio franciscano, hospital del Camino. Esto coincide con lo que habíamos hablado la tarde anterior: el trazado actual del Camino ha sido decidido por alguien ‒funcionarios de los gobiernos autonómicos y del Ministerio de Educación‒ con criterios políticos y administrativos más que históricos; después, cuando los investigadores y estudiosos aportan los resultados de su trabajo, en ocasiones, consiguen que se abra una ruta complementaria, como en este caso. Creo que la norma general es que el Camino siempre pasaba por iglesias, conventos y lugares en los que el peregrino podía encontrar «hospitalidad» (agua, comida, un techo, algo de paja para protegerse del frío) y seguridad.

Un par de kilómetros más adelante se llega a Castroverde, donde el camino complementario se reúne con el principal. Es una población grande con bares y tiendas, la única que ofrece estos servicios en toda la etapa. Sin embargo, considero que aún no he hecho ni un tercio del recorrido y continúo sin parar.

Souto de Torres
Marcho a buen paso, sobre buen firme, por terreno llano. Cuando llevo más de la mitad de la etapa pienso que debería parar a descansar un poco. Aunque mañana no tenga que caminar, no es cuestión de acabar con las piernas agarrotadas. Cuando quedan doce kilómetros para llegar a Lugo, hay un gran cartel que anuncia una zona de descanso para peregrinos; mesas y bancos de madera en los que ya hay varios sentados. Yo también tomo asiento y me quito las botas. Un hombre de baja estatura atiende el lugar, me trae melón y sandía sobre una bandeja de plástico, y me da una manzana que dice ser de su cosecha. Me lo como todo, me sabe a gloria. Le pregunto: «Tú haces esto porque quieres, claro...». Después de unos momentos de vacilación me explica que quiere montar un negocio en aquel lugar y está es la manera de darse a conocer. Ya ha gastado varios miles de euros en las acometidas de luz y otros trabajos que le exigen. Tiene permisos de la Junta de Galicia y de la Diputación, pero el Ayuntamiento no se lo quiere dar. «Políticos que no les importa la gente», dice con desprecio. Le deseo suerte, le doy las gracias por el refrigerio y, después de echar unas monedas en el cestillo, reemprendo la marcha.

Hasta Lugo, la única novedad es que el sol se ha vuelto a adueñar del día. Alto momentáneo para sacar el gorro de la mochila y beber agua. La temperatura va subiendo, lo que unido a la fatiga acumulada durante varias horas de caminar, hace que el caminante desee llegar cuanto antes a su destino.

Desde el barrio de Chanca, a la altura del río Rato, hay que subir al centro histórico, para cruzar la espléndida muralla lucense por la puerta de San Pedro, la misma que atravesó Alfonso II el Casto en la primera peregrinación por el Camino Primitivo. Me dirijo a la catedral, donde doy por terminado este viaje. Afortunadamente, a pesar de la hora, la catedral está abierta para visitas turísticas. Una simpática joven pone el último sello ‒por ahora‒ en mí credencial de peregrino. Me dice que la zona de bares y tapas se encuentra junto a la catedral ‒algo muy habitual en las ciudades españolas, pienso‒ y allí me dirijo para comer pulpo, el plato más característico de Lugo.

4 octubre 2023
Catedral de Lugo

Me alojo en el Hostal San Froilán, un edificio nuevo y funcional, asociado al Seminario Mayor. Por la tarde contacto con Alejandro, el mejicano, quien me dice que ha hecho todo el recorrido sin parar y que llegó a las dos de la tarde. Yo había salido más tarde que él y llegué también media hora más tarde. Tal como habíamos acordado, cenamos juntos ‒él invita‒: un excelente arroz con zamburiñas, gambas e ibérico, de esos que uno recuerda durante años. Le acompaño a su hotel y nos despedimos. Es la víspera de San Froilán, festividad de Lugo. La calle está abarrotada con grandes y chicos. Atravieso el ferial y varios conciertos/verbenas populares. Cuando llego a mi habitación, estoy realmente cansado.

Mañana cogeré el tren para regresar a casa, con el firme propósito de volver al Camino Primitivo y terminarlo.


Lugo, 4 de octubre de 2023.



28 de septiembre de 2023

Taxonomía de peregrinos heterodoxos.

La inmensa mayoría de peregrinos del Camino de Santiago son personas normales, que viajan en pequeños grupos de amigos y/o familiares, respetan el significado del Camino, cuidan su entorno y son educados con los demás. Diríamos que son los ortodoxos. 
Sin embargo, después de bastantes jornadas como peregrino, observando la curiosa variedad de tipos que uno se encuentra sobre el Camino, no me resisto a plasmar por escrito una clasificación, en tintes humorísticos, de esos arquetipos que se dan con alguna frecuencia:



Peregrino/a «guiri».
Extranjero. Su cara habitualmente expresa estupor, oscilando entre el despiste y la sorpresa. Lleva pantalón corto los días de frío y cuando llueve. Camina en chanclas. Se para a mirar con atención cualquier insignificancia y pasa de largo ante un monumento del siglo XI. Parece que no se entera de nada, aunque esta apreciación puede ser falsa.

Peregrino «moscón».
Revolotea alrededor de mujeres o parejas de mujeres solitarias.

Peregrina «flor de pitiminí».
Mujer joven que camina sola. Cuando te cruzas con ella y la saludas: «Buenos días. Buen Camino», por supuesto, no responde y te mira con asco. Su expresión indica claramente que te considera un violador en potencia y está preparada para repelerte.

Peregrina/o «cacatúa».
No para de hablar, incluso subiendo un puerto de montaña. Te cuenta su vida y la de sus parientes. Te pregunta por la tuya. Puede hacer 30 kilómetros sin callar un momento. ¡Que dolor de cabeza!

Peregrina/o «mística».
Entra en trance en cualquier lugar y momento, si hay alguien que le mire. Parece que va a levitar. Normalmente es una aficionada al yoga.

Peregrino «perro».
Viaja con una o dos mujeres. Es callado, atento, servicial. Cuida fielmente de ellas.

Peregrino/a «gato».
Con quién me identifico. Viaja solo/a. Va a su aire. Puede intercambiar unas palabras y conversar un rato con cualquiera, pero hace el Camino en soledad.

Peregrino/a «oveja».
Gregario. Le gusta el rebaño, cuanto más grande mejor. Es feliz caminando dentro de un gran grupo y haciendo lo que ve hacer a los demás.

Peregrino/a «cerdo».
Grita como un cerdo el día de matanza. Español/a. Se ufana de que todos los peregrinos en unos cientos de metros a la redonda oigan lo que dice. Incluso el Señor Santiago, a cientos de kilómetros, podría oír las cosas tan interesantes que cuenta.


Tineo, 28 de septiembre de 2023.

26 de julio de 2023

Nueva edición: Rutas por los vestigios de la Guerra Civil. Campaña de Teruel.

La primera edición fue publicada a finales de 2020. 

Manteniendo las rutas de la primera edición, esta segunda edición es fruto de un estudio minucioso de la documentación histórica que se conserva en los archivos militares, lo que ha permitido corregir algunos errores en las síntesis históricas incluidas en la edición anterior, que por su parte, recogían información procedente de fuentes secundarias.

También se actualizan algunos mapas, que suministran una información más completa y proporcionan coherencia al conjunto.


24 de junio de 2023

Historias olvidadas.

Durante el XX Congreso de la Asociación Aragonesa de Escritores (AAE), celebrado el día 24 de junio de 2023, en Daroca, se ha presentado el número 28 de la revista IMÁN. Su equipo directivo ha tenido a bien incluir un artículo mío con algunos retazos de historias de la Historia común de Báguena y Daroca.

     








Revista Imán / Historias olvidadas