19 de febrero de 2019

Mesa en la sombra.

El sol poniente entra por el ventanuco de mi celda de la vetusta cárcel napolitana de Poggioreale. La sombra de los tres barrotes se proyecta sobre la pequeña mesa de formica adosada a la pared desconchada. A pesar del calor sofocante de las tardes de estío que impregna este calabozo infecto, me gusta sentarme en la silla de plástico blanco mirando a lo alto, a través de la ventana, y ver el cielo brumoso que se va anaranjando hasta transformarse en negrura luminosa al otro lado de los barrotes.

Y me gusta recordar otra mesa. La mesa alargada, de madera maciza, bajo la sombra de un frondoso limonero y esbeltos pinos en el jardín de mi casa en la ladera del monte Posillipo, dominando la sublime curva de la bahía de Nápoles, con la doble joroba del Vesubio al fondo. Cuando en tardes como esta recibía al “sindico” y sus concejales, diputados y senadores, cónsules y empresarios que se apresuraban a acudir cuando les llegaban mis invitaciones a las cenas de diez platos que prodigaba cada verano.

Yo, un humilde hijo de ferroviario, que me había hecho hombre peleando en las calles del Puerto y que había llegado a la cúspide del “sistema” [camorra napolitana] gracias a mi resolución y perspicacia en los negocios. Al que todos respetaban y solicitaban favores. Al que adulaban porque podía encumbrarlos y temían porque podía arruinarlos. El que hacía florecer el dinero en medio de la inmundicia y el sufrimiento. Quién había llegado a acumular tanta influencia que se había convertido en una amenaza para muchos. Hasta que me detuvieron por un estúpido asunto de evasión de impuestos preparado por abogados corruptos. Como si me importasen algunos miles de euros más o menos.

Y ahora, durante varios años, sólo puedo ver pasar las nubes a través de los tres barrotes del ventanuco de mi celda, sentado ante esta nauseabunda mesa carcelaria. Recordando la mesa alargada, de madera maciza, traída de la casa de mis padres, bajo la sombra vespertina del limonero de mi jardín en el Posillipo.

Zaragoza, 19 de febrero de 2019.

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