31 de diciembre de 2019

Blanca doble.

Arsenio es un hombre maduro, de estatura mediana y complexión normal, ni gordo ni delgado. Le quedan pocos años para cumplir los cincuenta, pero parece más joven. Su pelo moreno, rizado, largo y bien cuidado le da un aspecto juvenil. Han comenzado a aparecer algunas canas, pero en su caso le proporcionan un aire distinguido.

Al comienzo de este relato, Arsenio era un hombre anodino, reservado y en ocasiones inseguro. Profesor de derecho mercantil en la universidad, le gustaba la vida monótona. Se sentía cómodo en la rutina de clases por la mañana y tardes hogareñas, preparando las clases, leyendo y escuchando música clásica. Después, todo eso cambió.

Su mujer es su única pasión. Después de años de soledad, cuando la conoció, se enamoró perdidamente y ahora no podría vivir sin ella. María Espúñez era divorciada y tenía un hijo pequeño.

La cómoda rutina en que estaba instalado Arsenio se tambaleó una noche cuando recibió un extraño mensaje a través del chat con el que la Facultad de Derecho le obligaba a atender a sus alumnos. Vanesa, una estudiante desconocida hasta entonces, en un mensaje con tintes apasionados, le decía que a pesar de estar matriculada en otra carrera, seguía sus clases, que le gustaban mucho y quería preguntarle alguna cosa, en la cafetería de la universidad, al día siguiente ¿podía ser? Arsenio, le contestó que bien, que a las once tenía un rato. Al fin y al cabo formaba parte de sus obligaciones atender a los alumnos.

Al día siguiente, Arsenio, vestido como siempre: pantalón tipo vaquero, camisa sin marca y jersey de punto, se sorprendió al ver a Vanesa. Una joven escultural que hacía volver la cabeza a todos los hombres y algunas mujeres para mirarla. Pelo rubio, largo hasta la espalda, un jersey apretado que hacía resaltar un busto perfecto, falda a mitad de muslo y zapatos de tacón. Cuando le vio, Vanesa se dirigió a él, le dio un beso en la mejilla, rozó con sus labios exquisitamente pintados los de él en su camino a la otra mejilla y lo cogió de la mano para llevarlo a una mesa libre. Se sentaron. Vanesa no paró de hablar: estaba encantada de conocerlo personalmente, le admiraba muchísimo, era el mejor profesor que había conocido, explicaba estupendamente, tenía prisa y le gustaría volver a hablar con él con más calma. Todo ello mientras le mantenía cogida una mano con las suyas, encima de la mesa, acercando su cara y su pecho hasta casi rozarle. El torbellino terminó tan rápidamente como había empezado. Vanesa se levantó, le dio un nuevo beso cerca de los labios y desapareció de la cafetería. Arsenio apenas había tenido tiempo de decir nada, de preguntarle si quería un café o una caña. Pensó que Vanesa era una joven alocada y no le dio más importancia.

Al otro día, Arsenio recibió un correo electrónico anónimo, con un video de su entrevista con Vanesa. Desde luego no parecía una entrevista profesor-alumna, sino más bien una cita entre dos personas que tenían una relación, podría decirse incluso que intima, con tanto beso y tanta cercanía corporal. Y Arsenio empezó a preocuparse ¿qué querrían de él: el próximo examen, una buena nota?

Durante los días siguientes, Arsenio recibía un mensaje cada noche. Siempre la misma amenaza: se lo mandaré a María. Estaba desesperado, no sabía que hacer. El video era tan comprometedor. ¿Decírselo a su mujer? ¿Y si no le creía?

Un compañero, que le había visto con Vanesa en la cafetería de la universidad, le hacía bromas. Le dijo que la tal Vanesa trabajaba en el “Crazy” un conocido lugar de copas y alterne. Aquella misma noche Arsenio fue al Crazy, pero Vanesa no estaba. Regresó la siguiente, y otra más, hasta que la encontró detrás de la barra:

- Vanesa, quiero hablar contigo.

- Hombre, mi profesor favorito ¿qué te pongo, guapo? Por cierto, lo de Vanesa como te puedes imaginar es mi nombre profesional. –contestó ella.

- ¿Por qué me chantajeas?

Ella dejó de servir copas y se volvió hacía él, mirándolo:

- No sé de qué me hablas. Lo del otro día fue una “performance” que me pagaron bien. Yo soy una “escort” profesional.

Arsenio pensó rápidamente y le dijo:

- Como profesional que eres te pagaré 500 euros si me dices quién te hizo el encargo.

- Bueno. ¡Total!, me voy a Madrid, aquí no hay negocio. ¡Que más me da! Se llama Clara Espúñez ¿la conoces?

Arsenio no respondió, sacó los billetes de la cartera y los puso encima de la barra. Salió del local.

Tenía que haberlo imaginado: su cuñada, la hermana pequeña de María. Le odiaba, disfrutaba haciéndole daño. Ella, solitaria y retraída, que nunca había salido con un hombre, estaba prendada del primer marido de su hermana, quién se la había ganado con su charlatanería superficial y sus agasajos simulados. Le decía a su hermana que tenía que volver con él, que lo mejor para el niño era crecer junto a su padre.

Cogió unos guantes que tenía en el coche y se dirigió a casa de Clara. A esas horas volvía de su carrera diaria por el parque. La esperó en el callejón junto a la entrada de la casa. Al poco la vio, menuda, fibrosa, con su pelo rubio, corto y sudado, y tomó una decisión. Desapasionada y fríamente, pero con la firme convicción de que era la única forma de salvar su matrimonio, estranguló su pequeño cuello hasta que dejó de respirar.

Después, siguió el periodo más feliz de su vida. Su mujer, agradecida por el mimo con que la había tratado después del trágico asesinato de su hermana en un callejón oscuro, se mostraba más enamorada que nunca. Además, no le disgustaba que Arsenio hubiera salido por la noche de vez en cuando, que no fuera tan muermo.

Un tiempo después, Arsenio vuelve a recibir un correo electrónico: Soy Vanesa. He vuelto a Zaragoza. Sé lo de tu cuñada. Necesito dinero. Mañana en el Crazy. Arsenio está vez no siente temor. Incluso se siente risueño. Sabe lo que tiene que hacer. Iría a coger los guantes del coche…

Zaragoza, 31 de diciembre de 2019.