30 de abril de 2023

Comandante (carlista) Pedro Calvo Fuertes. Caballero de la lealtad.

Comandante Pedro Calvo Fuertes con uniforme carlista, 1875.

Pedro Calvo Fuertes era el quinto de ocho hermanos, nacido en el seno de una familia profundamente religiosa y tradicionalista. Su partida de bautismo, que se conserva en el Archivo Histórico Diocesano de Teruel, dice literalmente:

«En la iglesia parroquial de Báguena a veintinueve de diciembre de mil ochocientos cuarenta y ocho, yo el infrascrito Cura párroco de la misma bauticé solemnemente un niño. Nació en este pueblo a las diez de la noche próxima antecedente, hijo legítimo de D. Joaquín Calvo natural de Hinojosa y Dª Josefa Fuertes de Santa Eulalia, Diócesis de Teruel, vecinos de este pueblo, y legítimos cónyuges. Llamase Pedro Tomás. Fue su padrino D. Pedro Mateo, natural de Muel y vecino de Calamocha, al que declaré el parentesco espiritual que contrajo y obligación que tenía de enseñarle la Doctrina cristiana en falta de sus padres. Es el quinto de este matrimonio. Abuelos paternos D. Agustín Calvo de Hinojosa y Dª Antonia Doñero de Ybdes, Diócesis de Tarazona, maternos D. Francisco Fuertes de Santa Eulalia y Dª Nicolasa Vázquez, Diócesis de Sigüenza en Molina.
Y para que conste lo firmo en el expresado día, mes y año.
José Guitarte – Cura».

Cursó estudios en los Escolapios de Daroca. Con 16 años, decidió optar por la carrera militar. El 28 de junio de 1865, la Dirección General de Infantería le concedía la real gracia de aspirante supernumerario para hacer el examen de acceso al Colegio de Infantería de Toledo. La noticia le fue remitida a su propia casa con poco margen de tiempo para prepararse como correspondía el examen de ingreso, pues fue recibida el 13 de julio y se le indicaba que debía presentarse el 19 en Toledo, para hacer el examen. Concurrió el joven Calvo, teniendo la mala fortuna de no aprobar. La suerte hizo que la Dirección otorgara gracia especial de segundo examen a los no aprobados en el primero. Finalmente, fue admitido sentando plaza como cadete el 7 de septiembre de 1865. El 4 de febrero de 1866 prestó juramento de fidelidad a la bandera. Pero no fue el joven Calvo el cadete que podía desearse. El 23 de marzo fue castigado con doce días de arresto en la sala de corrección, y a finales de septiembre fue expulsado por disposición del Director General de Infantería como autor de los acontecimientos que tuvieron lugar en la noche del día 12 de dicho mes y año, aunque el expediente no recoge lo sucedido.

Perico, como así lo llamaban en su familia y en su círculo íntimo de amigos fue un hombre al que de joven le costó sentar la cabeza, valiente y audaz, exigente con los compromisos adquiridos, tanto suyos como de los demás, y de una incuestionable rectitud.

Su vida entre el alzamiento tradicionalista del 9 de octubre de 1873, llevado a cabo en Luco de Jiloca (Teruel), durante la tercera guerra carlista, hasta el fracaso de la toma de Teruel (3 de julio de 1874), está unida a la del general Manuel Marco y Rodrigo, conocido como Marco de Bello. Producido el alzamiento carlista en la noche del 8 al 9 de octubre de 1873, poco a poco fueron presentándose en Luco todos los comprometidos con las gentes que pudieron reunir. Entre ellos los hermanos Pedro y Joaquín Calvo Fuertes, con una veintena de voluntarios de Báguena y Burbáguena. Pedro, el mayor, desde el primer momento se incorporó al cuartel general con carácter de ayudante del general Marco, quien lo cita frecuentemente en su correspondencia. En una carta a su hermano decía: «Perico Calvo, mi ayudante, vale muchísimo más de lo que yo creía; es completo, en toda la extensión de la palabra». También fueron sus ayudantes los hermanos Florentino y Manuel Polo y Peyrolón.

El general Marco de Bello logró organizar un ejército carlista en Aragón, que partiendo de la nada llegó a contar con 4000 hombres; fundó un colegio de cadetes en Cantavieja y organizó la administración y el cobro de las contribuciones (impuesto anual con el que se sufragaba la causa). Al parecer era mejor administrador que táctico ‒no era militar profesional‒, achacándosele pasividad en las operaciones militares. La biografía de Marco de Bello se puede encontrar entre las de la Real Academia de la Historia (https://dbe.rah.es/biografias/16736/manuel-marco-y-rodrigo) y en varias publicaciones como en la Revista Xiloca, núm. 8, de noviembre 1991. Por lo que conociendo los sucesos vividos por él en ese periodo, podemos conocer igualmente los de su ayudante Pedro Calvo.

Hecho destacable es la acción dirigida por el comandante Pedro Calvo el 12 de abril de 1874, con la que se hizo por sorpresa con Daroca, plaza que conocía bien por haber estudiado en ella. Manuel Polo y Peyrolón ‒escritor y parlamentario, católico y carlista‒ la relata en las páginas 180 a 183 de su novela El guerrillero, «Novela tejida con retazos de la historia militar carlista». En nota a pie de página escribe: 

«Refiere Pirala [Antonio Pirala, político e historiador] esta sorpresa, en el fondo, tal como acaeció, pero omitiendo detalles y quitándole importancia. Tal como relatada queda la llevó a feliz término D. Pedro Calvo, ayudante de Marco, tan prestigioso y conocedor del país como valiente y sereno que reside actualmente en Báguena»

Además, Manuel Polo y Peyrolón escribe en una dedicatoria: «Recuerdo afectuoso del autor a su querido amigo y correligionario D. Pedro Calvo, verdadero director de la sorpresa de Daroca». La versión de los defensores (Guardia Civil y Voluntarios, al servicio del gobierno republicano) sostiene que estos mantuvieron los fuertes (Puerta Alta y Colegio de Escolapios), desde los que se defendieron produciendo algunos muertos y heridos a los carlistas, aunque coinciden en que pactaron con los carlistas su entrada en la ciudad para cobrar la contribución, llevándose aquellos 4000 duros y 36 caballos de la Guardia Civil.

Las dos últimas acciones protagonizadas por el general Marco y su ayudante Pedro Calvo son la de La Pobleta (Valencia) y Teruel. El general Marco tomó posiciones en las alturas denominadas de la Cogulla que dominan el desfiladero de La Pobleta sobre la carretera de Alcañiz a Morella. El día 21 de junio de 1874, a las cinco de la mañana, las fuerzas gubernamentales del capitán general Romualdo Palacio, compuestas por doce batallones, 500 guardiaciviles y 600 jinetes, con 18 cañones, tomaron contacto con las fuerzas carlistas, trabándose un enconado combate en el que durante cinco horas y media los carlistas lograron resistir el fuego incesante de la artillería y la fusilería republicana sin ceder terreno. Finalmente, las fuerzas de Marco se retiraron, aunque con orden, sin que les hicieran prisioneros, ni siquiera heridos. Según el parte dado por el capitán general, las pérdidas carlistas ascendieron a 44 muertos y numerosos heridos; las republicanas consistieron en 8 muertos, 15 heridos, varios soldados contusos y un oficial herido levemente. En la relación de hechos mandada por el general Marco, este dice que hubo de retirarse al no recibir el refuerzo del general Palacios, a quien el infante Don Alfonso (general en jefe del ejército de operaciones carlista y hermano menor del pretendiente al trono, Don Carlos de Borbón) había dado la orden de ponerse a disposición de Marco con dos batallones, para oponerse al enemigo en el punto que conviniese.

El día 28 de junio, Don Alfonso comunicó a Marco que tenía que hacer algo que proporcionase recursos y armas, por lo que era necesario tomar Teruel capital, la población más republicana de la provincia. Las autoridades de Teruel, desde hacía tiempo, no descartaban un ataque a la población y se habían preparado para ello; realizando obras de fortificación en diciembre de 1873 y adiestrando a la guarnición con ejercicios de fusil y artillería (disponían de cuatro piezas). El general Marco intentó hacer comprender al infante la dificultad y riesgo de tomar Teruel sin conocer la ciudad, sin haber tenido tiempo de preparar un plan y con escasas fuerzas. Ante la obcecada resolución de Don Alfonso, pidió que se retrasara el ataque de ocho a quince días para reconocer el lugar y esperar a tres cañones (sólo tenía uno) que habían pasado de Cataluña y tardarían varios días en llegar. Tan sólo accedió el infante a retrasar la salida que estaba prevista para el 30 de junio al 2 de julio.

Ataque carlista a Teruel, 3 de julio de 1874. The ilustrated London News.

La noche del 3 de julio se presentaron las fuerzas carlistas en las cercanías de Teruel. El dispositivo de ataque era el siguiente: el batallón de Cuenca y la única pieza de artillería, al mando del brigadier Villalaín (general con el que Marco mantenía serias discrepancias, pero que gozaba de las simpatías de Don Alfonso), atacarían la puerta del Tozal (Portal de la Traición), la más vulnerable y de más fácil acceso por ser el terreno más llano; el primer batallón de Aragón atacaría por la derecha (camino de Alcañiz); y el segundo batallón de Aragón por la izquierda (Ollerías), con la finalidad de atraer las fuerzas de los defensores facilitando el ataque del primer batallón. Hacía las diez y media de la noche comenzó el ataque. Los carlistas lograron horadar por tres sitios diferentes el lienzo de la muralla sobre el camino de Alcañiz, por donde penetraron y se hicieron dueños del Arrabal. El general Marco puso a disposición de su ayudante, Pedro Calvo, un destacamento y lo envió a observar la parte del barranco de los Arcos, enviando con otro a Florentino Polo, para proteger el Puente de la Reina, que salva el mismo barranco, único punto por el que podían pasar los carlistas al asalto. El ataque de Villalaín por el Tozal no comenzó hasta aproximadamente las doce, que sonó el primer disparo de cañón y nutrido fuego de fusilería, pero cesó a los pocos minutos; después de tres cuartos de hora se hizo otro disparo de cañón y el último fuego de fusilería. Villalaín mando retirar el cañón, cuyo capitán declararía que no pudo hacer más disparos porque la pieza no fue protegida por ninguna fuerza. Viendo que por el Tozal no se atacaba, los defensores concentraron sus fuerzas sobre el puente, impidiendo a los atacantes, que habían reforzado el ataque con una compañía de reserva, cruzarlo. Allí había caído muerto el comandante Aparicio. Ante la pasividad de Villalaín, Marco fue a informar personalmente al infante Don Alfonso que mandó abortar el ataque, quemar las casas del Arrabal y emprender la retirada, pues pronto iba a salir la luna y los soldados carlistas se convertirían en un blanco fácil. Los soldados carlistas que habían penetrado por la muralla se hicieron fuertes en algunas casas del barrio de San Miguel y seguían combatiendo al aclarar el día; pero cuando los defensores consiguieron emplazar un cañón en las tortuosas calles inmediatas e hicieron dos disparos que provocaron destrozos en algunas casas, los carlistas allí parapetados (unos 150 hombres) se rindieron. Casi la práctica totalidad de las bajas fueron de las fuerzas aragonesas, ya que el batallón de Cuenca sólo tuvo seis heridos al no entrar prácticamente en acción por orden del brigadier Villalaín, quien se retiró sin orden del general Marco, ni tampoco dio aviso. Según la versión de los defensores, los carlistas tuvieron un número elevado de muertos, entre ellos un comandante, bastantes heridos y alrededor de 200 prisioneros, entre ellos dos capitanes, diez oficiales y quince sargentos. Los republicanos tuvieron diez muertos, entre ellos un capitán, y trece heridos.

Después de la retirada de Teruel, el general Marco recibió orden de dirigirse, sin fuerza, a Alcalá de la Selva y allí presentarse al infante Don Alfonso. Así lo hizo, acompañado de su ayudante Pedro Calvo. El infante le comunicó que quedaba preso, a la espera del correspondiente consejo de guerra y, lo más humillante de todo, a las órdenes del brigadier Villalaín. Ángel Casimiro Villalaín había encontrado el momento más adecuado para vengar antiguas afrentas, envidias y rencores con el ya viejo general Marco de Bello, desfigurando los hechos del intento de toma de Teruel.

La orden general carlista dada en Alcalá de la Selva el día 5 de julio de 1874 decía lo siguiente:

«…Cuando por vuestro valor y heroísmo ya se habían apoderado nuestras armas de parte de la población, y a las pocas horas debía ser nuestra dicha capital, contra mis órdenes terminantes, y abandonando los que ya había dentro, se retiró vergonzosamente el general Marco encargado de la operación, y para no sacrificar al brigadier Villalaín, que con el primer batallón de Cuenca atacaba el centro, mandé retirar a dicho brigadier.
Como general en jefe, y usando de las facultades de que me hallo revestido por S.M. el rey, mi augusto hermano, vengo en destituir al general Marco del cargo de comandante general interino de Aragón, cuyo puesto vendrá a ocupar en breve el brigadier Gamundi, y al mismo tiempo encargo interinamente del mando de la división de Aragón al coronel Pallés.
El general Marco queda preso y sujeto a un consejo de guerra. Igualmente se procederá con los jefes y oficiales que no se han mostrado dignos de la causa que defienden.
El infante general en jefe, Alfonso de Borbón y Austria».

Don Alfonso volvió a intentar tomar Teruel un mes más tarde, alentado por la toma de Cuenca por Villalaín el día 15 de julio (aunque tuvieron que abandonar la ciudad el día 19 porque una columna republicana se aprestaba a liberarla). Así, al anochecer del día 3 de agosto de 1874, acechaban la plaza trece batallones carlistas, 300 caballos y cuatro piezas de artillería. Al amanecer se rompió el fuego de cañón y fusilería, ocupando los carlistas, de nuevo, el Arrabal. Sobre las seis de la tarde, cesó el fuego de fusilería y el lanzamiento de granadas, y se intimó a los defensores a su rendición. Ante su negativa, se procedió, ya de noche, con escalas y picos, a penetrar en la ciudad. Un despiste del guía que debía conducirlos en las murallas retrasó la operación, lo que unido a la proximidad de una columna liberal mandada por Iriarte obligó a suspender definitivamente el ataque y la retirada a Cedrillas y Alcalá de la Selva. Así pues, Villalaín fracasó de nuevo donde había fracasado Marco, aunque esta vez con una fuerza mucho mayor procedente de Valencia y el Maestrazgo. La ciudad de Teruel añadió a su escudo el título de «Heroica» por la defensa del 4 de julio, y el día 4 de agosto añadió a los que ya ostentaba: «Muy noble, Fidelísima, Vencedora y Heroica», el título de «Siempre heroica».

Ataque carlista a Teruel, 4 de agosto de 1874. La Ilustración Española y Americana.

Por su parte, el general Marco logró depurar la verdad y reestablecer su honra y honor. Así la orden general de 1 de marzo de 1875 declaró que en el proceso instruido al general Marco «no podía afectar en lo más mínimo a su honra y reputación militar, ni servir de nota desfavorable en su hoja de servicios». Pero con su destitución y prisión también fueron destituidos y prendidos los hombres más cercanos y leales al general. Tres días después de la prisión de Marco, el brigadier Herranz dio orden de fusilar a cinco o seis personas de acrisolada lealtad al carlismo. El descontento de la tropa aragonesa fue casi general y no se aceptó la nueva jefatura del coronel Pallés, ni aun del propio infante por haber tomado partido por Villalaín. Numerosos voluntarios decidieron desertar y regresar a sus casas y gran parte de los oficiales presentaron su dimisión, quedando la división de Aragón muy mermada.

Pedro Calvo también fue apartado de su empleo y, ante la infamia perpetrada contra su general, decidió separarse del ejército carlista, al que hasta entonces había estado dispuesto a dar la vida. Los hermanos Pedro y Joaquín Calvo se presentaron el 7 de julio ante el alcalde (republicano) de Hinojosa de Jarque, manifestando su deseo de abandonar las fuerzas carlistas y pedir el indulto. Ante la imposibilidad de comunicación con las autoridades gubernamentales, por estar el territorio dominado por los carlistas, permanecieron ocultos en el pueblo, para no ser descubiertos por ellos, que fueron a buscarlos a Báguena. A finales de agosto se trasladaron a una masía perteneciente a la familia en Montalbán, donde el 7 de septiembre fueron hechos prisioneros por los Voluntarios de Calanda, como carlistas en armas. Conducidos a Zaragoza, ingresaron en el depósito de prisioneros de la Aljafería, donde permanecieron hasta el 4 de agosto de 1875, siendo llevados posteriormente a Cádiz (castillo de Santa Catalina), donde se concentraban los prisioneros que iban a ser deportados a las colonias de ultramar (Cuba o Fernando Poo). Allí permanecieron casi un año, estando finalmente previsto su embarque con destino a Cuba el día 30 de agosto.

Los hermanos Calvo eran acreedores a la gracia del indulto que el gobierno concedía por haberse presentado voluntariamente al alcalde de Hinojosa. Sin embargo, no lo habían gestionado ante la autoridad competente y, además, tenían otra cuenta pendiente al no haberse presentado cuando les tocó la suerte de soldado: el primero por el pueblo de Báguena, en un llamamiento extraordinario de 125 000 hombres y el segundo, en el reemplazo de 1872, por el pueblo de Hinojosa. Los jefes carlistas no quisieron incluirlos en los canjes de prisioneros que se realizaban con el gobierno legítimo y el general Marco, que quería a Pedro como a un hijo, no tuvo la suficiente influencia para poder hacerlo.

Desde el conocimiento de las deportaciones, Pedro insistió a su padre y hermanos para que hicieran lo que pudieran para liberarlos. No habían recurrido antes a las autoridades competentes para pedir su libertad, probablemente porque mientras se dirimía el proceso de Marco de Bello no querían servir a las órdenes de otros mandos carlistas, ni correr el riesgo de ser detenidos por estos. Por fortuna para los hermanos Calvo, el embarque quedó en suspenso. Su padre, Joaquín Calvo, con fecha 14 de octubre de 1875, enviaba una súplica al rey (Alfonso XII inició su reinado el 29 de diciembre de 1874) para que se aprobase el indulto y se les diese la gracia de redimir la suerte de soldado a metálico. Finalmente, con fecha 1 de noviembre, el rey confirmaba el indulto concedido por el alcalde de Hinojosa a los hermanos Calvo y concedía, como gracia especial, la redención a metálico.

Del libro de Roberto Marco Yus.
Archivo de María del Carmen Ena Lorente. 

Antes de alzarse en armas tomando partido por la causa carlista al lado del general Manuel Marco, Pedro Calvo se había prometido con María Teresa Valero Felipe, nacida el 10 de septiembre de 1848 en Mainar, hija única de Santos Valero Pérez, oficial del ejército de profundas convicciones liberales, y María Antonia Felipe Pétriz. Se habían conocido en Báguena, pues los ascendientes de la familia Pétriz se habían asentado en la localidad a finales del siglo XVIII. La contienda frustró los planes de boda y los enamorados tuvieron que esperar. Terminada la guerra y concedida la libertad a Pedro, contrajeron matrimonio el 14 de junio de 1876 en la iglesia de Mainar. En un primer momento, vivieron con los padres de María Teresa en Mainar, aunque no fue fácil la convivencia dadas la diferencias de ideas entre suegro y yerno, y el carácter impulsivo del último. En una carta de Santos Valero a Pedro Calvo viene a decir que este no aportó al matrimonio nada o muy poco, y puede interpretarse que o bien su padre tenía todavía los bienes embargados por el gobierno o no quiso dar dote a su hijo. Antes de finalizar el año se trasladaron a Báguena y pasaron a vivir en una casa situada en la calle Real (actualmente Italia). El matrimonio no tuvo mucha suerte con los hijos, pues de cinco sólo sobrevivió uno, falleciendo los demás con muy corta edad. Tomás, el único hijo sobreviviente, se casaría con María Ángela Lorente Bernal, fijando su residencia en casa de los padres de él, pero no tuvieron descendencia.

Finalizada la guerra, con la huida del pretendiente Don Carlos a Francia el 28 de febrero de 1876, el carlismo, aunque mantuvo el sentimiento, tuvo que buscar otras formas de luchar por sus objetivos. La familia Calvo, emparentada con numerosas familias de la oligarquía rural, mientras no resurgiese el carlismo en la región, no dudaron en apoyar candidaturas de signo político diferente, siempre que beneficiase a sus intereses, a la de los distritos en que mantenían posesiones o a parientes y amigos. Caciquismo común en las élites locales y provinciales durante el periodo de la Restauración borbónica, que se caracterizó por la alternancia en el poder de los partidos conservador y liberal. Pedro y Joaquín Calvo dijeron adiós a las armas. Los hermanos Calvo aprovecharon su popularidad y prestigio social: en las primeras elecciones municipales de 1876, Pedro Calvo fue regidor de su pueblo, haciéndose con la alcaldía su hermano Agustín en las de 1877. Posteriormente, la alcaldía de Báguena sería ostentada por los hermanos Calvo hasta en siete ocasiones, entre los años 1877 y 1905.

El carlismo resurgió de sus cenizas y se mostró activo con la organización de juntas por toda España. Los carlistas aragoneses constituyeron, en febrero de 1894, la junta carlista del distrito del Bajo Aragón y la local de Alcañiz, y en marzo la de Calanda. En el verano de 1895 se constituyeron juntas locales en: Bello, Calamocha, Daroca, Tornos y Val de San Martin, y en noviembre de 1896 en Rubielos de Mora. Pedro Calvo y el marqués de Cerralbo serían presidentes honorarios de la de Daroca.

El 5 de junio de 1904 se inauguró el Círculo Carlista de Daroca. Al acto acudieron representantes de la Juventud Carlista de Madrid, acompañados por ferrocarril desde Calatayud por numerosos carlistas de la ciudad bilbilitana. También acudieron diversas comisiones de otras poblaciones cercanas. Fueron recibidos en la estación de Daroca por los carlistas de la población, presididos por Pedro Calvo como presidente honorario y Fernando Castillo como presidente efectivo. Pedro Calvo también formaba parte de la presidencia en el multitudinario mitin inaugural (algunos cientos no pudieron entrar en el local del Círculo), y se contaba entre los oradores. Sus últimas palabras fueron: 

«¡Católicos, unión, que si un día se hoyan nuestros hogares y se ofenden nuestros sentimientos religiosos, sabremos convertir nuestras azadas en fusiles, nuestros arados en cañones y nuestras fortunas las ofreceremos en holocausto al Dios que nos crío!».

Desde Daroca, Pedro Calvo continuó apoyando la propagación del ideario carlista durante los años siguientes.

El 18 de julio de 1909 fallecía Don Carlos, sucediéndole su hijo Don Jaime de Borbón y Borbón Parma, y a partir de ese momento los carlistas pasaron a llamarse jaimistas. Don Jaime procedió a reorganizar el partido y entre las medidas adoptadas se encontraba la organización de los requetés como fuerza paramilitar. La organización militar estuvo a cargo del general Llorens, quien pondría al frente de las organizaciones regionales y provinciales a antiguos jefes y oficiales del ejército carlista. En Aragón fue nombrado Pedro Calvo como primer jefe de los requetés. En 1913, Pedro Calvo, además de jefe de los requetés aragoneses, era presidente honorífico del Círculo Jaimista de Daroca y vicepresidente de la Junta Provincial de Teruel.

El 5 de julio de 1920 falleció la esposa de Pedro Calvo, lo que supuso un duro golpe para el ya viejo veterano carlista. A pesar del paso inexorable del tiempo, Pedro Calvo nunca renegó de los valores tradicionalistas, manteniéndose siempre fiel a sus máximos representantes, primero Don Carlos y luego Don Jaime, convirtiéndose en un icono de los requetés aragoneses. Sus últimos años los pasó bajo el cuidado de su hijo, Tomás, y nuera, Angelita. Falleció en Báguena el 21 de marzo de 1937. A su funeral acudieron numerosas personalidades del carlismo, así como una banda de música requeté y una sección del requeté armado, que dio escolta al cadáver durante su conducción al cementerio. La capilla ardiente fue instalada en su propia casa y durante todo el tiempo estuvo escoltado por dos requetés armados con el fusil al hombro.

En su lápida, en un nicho del cementerio de Báguena, puede leerse lo siguiente:


D. PEDRO CALVO FUERTES
AYUDANTE DEL GENERAL MARCO DE BELLO
CABALLERO DE LA LEALTAD
MURIÓ SANTAMENTE EN BÁGUENA SU PUEBLO NATAL
EL DÍA 21 DE MARZO DE 1937
A LOS 89 AÑOS DE EDAD
R.I.P.


Bibliografía:

Marco Yus, Roberto. (2022). El linaje de los caballeros de Hinojosa. Ilustración y carlismo. Zaragoza, Ediciones 94.

De Jaime Lorén, José María y De Jaime Gómez, José. (1992). Manuel Marco y Rodrigo. Marco de Bello. Calamocha, Centro de Estudios del Jiloca.