28 de febrero de 2020

Predestinados.

La Naturaleza es una diosa caprichosa que a veces se divierte haciendo extraños emparejamientos.

Emiliano es un hombre ambicioso, egoísta y permanentemente insatisfecho, nada es suficiente para él. Proviene de una familia humilde. Su padre, un apocado empleado de ferrocarriles, que lo único bueno que hizo en su vida –pensaba Emiliano– fue costear a su hijo, a él, los estudios en una buena universidad. A pesar de su madre: “que se sacase la oposición de auxiliar administrativo”, decía ella.

Por eso, Emiliano quiere, por encima de todo, éxito, poder y dinero, ¡sin límites! Y lo estaba consiguiendo: premio fin de carrera, el economista más prometedor de Madrid, ofertas de conservadores y progresistas para entrar en política. Y lo iba a hacer. Era la forma más rápida de alcanzar su meta. Tan sólo debía decidir con quién, pero sabía que eso daba lo mismo.

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María había tenido una infancia feliz, unos padres sencillos, trabajadores, que se preocupaban por ella. Tenía una vena artística que le llevaba a practicar cualquier rama del arte: música, pintura, escultura, dibujo… Quería tener hijos, educarlos, acompañarlos en sus vidas. Pero había tenido mala suerte hasta ahora. Se había casado muy joven, alocadamente, con un hombre mayor que ella. Resultó ser un resentido, calculador e ingrato, que nunca le dijo una palabra bonita. Sólo críticas a sus “boberías bohemias”. Se divorciaron al poco.
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Emiliano también tiene que tomar otra decisión: su mujer. Sabe que no es la persona apropiada para acompañarle en el camino que se ha fijado. Cuando pensaba en ella, se acordaba de la canción de Sabina: “la falda corta y la lengua larga”. ¡Si! le gustaban sus piernas, pero no la veía desenvolviéndose en el mundo de los poderosos. No entendía que lo principal era la victoria, a cualquier precio, aunque hubiese que sacrificar el orgullo, los amigos, la familia. El mundo era así, inmisericorde con los pobres de espíritu. Ella era tan despreocupada, sus ideas tan errantes…
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María ha vuelto a ser feliz. Se volvió a casar, esta vez con el hombre adecuado 
piensa ella–. Serio y trabajador, pero que busca su compañía, le habla cariñosamente, la valora, le deja hacer a su antojo. Con él se siente mujer, sabe que le gusta mucho, sobre todo cuando se arregla un poco. Y sabe que será un buen padre, preocupado y generoso. Sale de la relojería donde ha entrado para cambiar la pila del reloj y se dirige a su encuentro. Van a comer juntos.
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Es la hora, Emiliano sale de su despacho. Mientras camina, cavila que él necesita otra cosa, una mujer entregada, sumisa, que comparta sus aspiraciones. ¡En fin, ya lo verá! Llega a la puerta del restaurante y ve aproximarse a su mujer. Tiene que reconocer que está guapa con ese vestido nuevo. “Espero que no se haya olvidado de cambiar la pila al reloj” –piensa.

Zaragoza, 28 de febrero de 2020.

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