11 de enero de 2019

Desde mi ventana.














Como cada día de aquel verano, me desperté cuando el chorro de luz y calor del sol matutino entró por la ventana anunciando otro día ardiente. Y como cada día, nada más levantarme me asomé por la ventana para mirar la costa amalfitana, donde el mar encontraba de repente las abruptas laderas de las montañas teñidas de verde y amarillo, golpeándolas cadenciosa e incansablemente. La brisa fresca, que allá abajo levantaba espuma en la cresta de las olas, también acariciaba la cara, dejando sus besos húmedos sobre la piel.

Me gustaba contemplar aquel paisaje donde dicen que los dioses griegos se situaban, en lo alto de las montañas, para observar a las sirenas que revoloteaban entre las rocas, tocando sus embriagadoras melodías para atraer a los incautos marinos que estrellaban sus naves intentando alcanzarlas. Desde el pequeño pueblo de Nocelle, me parecía adivinar el punto donde los dioses ordenaron la muerte de Parténope, cuando Ulises ordenó a sus tripulantes que se taparan los oídos para no escuchar a las sirenas, mientras que él, atado al mástil del barco con los oídos descubiertos, a pesar de que había implorado una y otra vez que lo soltaran, se había mantenido amarrado al palo y pudo deleitarse con su música sin sufrir daño alguno, siendo esta la causa de la muerte de una de las sirenas.
También me cautivaba el esplendoroso limonero de verdes hojas que estaba junto a la ventana. Cargado de limones grandes como puños, de un amarillo refulgente. Con una piel rugosa a la vista, pero suave al tacto, y embriagadoramente aromática. Limones que eran trozos de sol vital hecho materia; promesa de sabor dulcemente ácido y fragancia cítrica.

Mientras trasteaba en la cocina, Renata solía cantar canciones en incomprensible pero melódico napolitano. Yo pensaba que las sirenas también cantarían así. Cada mañana, escuchando a Renata, sentado bajo el toldo blanco que la brisa movía suavemente, observando a mis pies aquel paisaje único de luz, mar y monte, saboreando un espeso, dulce y aromático café “ristretto”, sentía que había desentrañado el secreto del “dolce far niente”.

Zaragoza, 11 de enero de 2019.

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